Análisis «Max Payne» 3 (XBox 360)

Si os habéis fijado en las comillas del título ya os podréis hacer una idea de por dónde van los tiros (y nunca mejor dicho). Y para los que no, que sepan que los dos primeros Max Payne, desarrollados por Remedy y Sam Lake, son dos de mis juegos favoritos de todos los tiempos. Fueron los juegos que me hicieron ver que si los guionistas se lo proponían podían contar buenas y oscuras historias, con personajes muy carismáticos, graficazos para la época y un sentido del humor muy característico. Pero saber que la tercera entrega caía en manos de Rockstar (GTA, RDR y demás mierdas genéricas pero bonitas) me dio muy mala espina. ¿Y qué me ha parecido finalmente? Pues tras el salto entro en detalles.

Nada más introducir el disco en la consola (e instalar la pertinente actualización) ya vemos un resumen de lo poco que ofrece Max Payne 3 en el logo de Rockstar. Analgésicos y efectos de luz y distorsión de la imagen. ¿Os suena de algo? Sí, podría ser Kane & Lynch 3, pero no. En la intro ya vemos cómo Max ha degenerado, pasando a ser un borracho fumador que vive en un tugurio de mala muerte en Rio de Janeiro, protegiendo a gente adinerada. Y tras diez o quince minutazos en los que sale una y otra vez la misma escena, por fin entramos en acción y descubrimos la mayor innovación que ha aportado este juego a la saga: ¡¡¡¡coberturas!!!! Así es, Max Payne ha pasado de ser un juego en el que nuestro protagonista recibía doscientos balazos mientras corría y se lanzaba por el aire a ser una gallina que se esconde tras lo que pille. Vale, es algo opcional, pero si no lo hubieran puesto mejor. En mi caso jugué en dificultad alta y con puntería manual, lo que aumenta considerablemente el reto de matar a cada enemigo, que ya de por sí son más duros que los chinorris de K&L2. De hecho he llegado a vaciar un cargador de una ametralladora entero en el pecho de alguno y no ha muerto. True story.

Max y Fabiana, la mujer secuestrada de su jefe.

Aproximadamente cada minuto y medio nos encontraremos con una escena corta de Max abriendo una puerta (de esas que le gustan a Andresito) para disimular el guardado automático de partida. Todo, por supuesto, con sus flashazos, distorsiones de la imagen y palabras sobreimpresas para enfatizar el excelente guión (jaja, no). Son unos recursos que en pequeñas dosis pueden quedar bien, pero cuando absolutamente todo el juego se basa en ello acaba cansando. Pero no solo ese aspecto visual es el que cansa y desentona con la saga, sino las localizaciones en general. El ambiente de cine negro de los originales apenas aparece de refilón aquí, en los flashbacks de Max contando cómo se mudó a New Jersey (sí, aparecen guidos, no os preocupéis) y más tarde a Rio. Y la verdad, tanta favela, tanto reguetón y tanto sol no es lo que uno espera de este personaje. Si tenéis la oportunidad de jugar en la partida de alguien os recomiendo elegir la fase de Max huyendo de su piso y la del cementerio, que es lo más parecido a los dos primeros que hay. De hecho hasta «aparece» un viejo conocido en forma de lápida. Eso sí, todo repleto de coberturas.

Pero todo este estropicio se podría haber maquillado si tuviera por lo menos un guión interesante. Pero no. Es otro guión made in Rockstar: personaje genérico, chico de los recados que trabaja para sus superiores, la caga, decide ir por su cuenta, todo se enmierda, etc. etc. La historia no le importa a nadie, es insulsa y los personajes no tienen ningún tipo de carisma que te haga empatizar con ellos, con lo que te importa poco lo que les pase, por más que James McCaffrey lo dé todo en su actuación (sin duda lo mejor del juego, un gran actor de doblaje), a pesar de que en algunos casos es un coñazo que lo narre todo. Y por si alguien lo dudaba, Max se ha convertido en otro moñegote de Rockstar, con cara de tipo duro y diciendo una y otra vez «fuck, shit, ass, motherfucker». Todos los tacos que no soltó en las dos anteriores entregas las suelta en un solo capítulo de esta.

Y os estaréis preguntando: «Tendrá algo bueno el juego, ¿no?» Sí, evidentemente. Lo mejor del juego es que termina. No recuerdo cuánto he tardado en pasármelo (creo que unas 8 o 10 horas quizá), pero se me ha hecho eterno. Pocas veces he tenido tantas ganas de que un juego termine para olvidarlo en el ostracismo. Al pasártelo desbloqueas el modo NY Minute que aparecía en los originales, en el que empiezas a jugar el modo historia con una cuenta atrás de un minuto que tienes que ir manteniendo matando enemigos lo más rápido posible para ganar segundos y llegar al final del capítulo. ¿Y por qué esto mola y la historia no? Pues porque es rápido, los enemigos son más ligeros y sobre todo porque puedes elegir jugar con un skin de los Max de las dos primeras entregas (Sam Lake y Timothy Gibbs). No os engañaré, el multi ni me he molestado en probarlo. Dudo que tras las terrible experiencia que es Max Payne 3 lo puedan solucionar con un multiplayer genérico.

Resumen y nota: Si Max Payne 3 se llamara «Perico Palotes 3» me atrevería a darle un 5, porque aun siendo una copia burda y lamentable de Max Payne que podría haber hecho Gameloft sería medianamente divertido. Pero no, se llama Max Payne y es un insulto a Sam Lake, a Petri Järvilehto (aunque su buena pasta se habrán embolsado) y a sus seguidores, que son los que sufrimos esta degeneración.

PD: Los gráficos son muy bonitos.