Análisis Super Mario 3D World (Wii U)

¿Os acordáis de las primeras imágenes que vimos de Super Mario 3D World en el E3? Parecía poco más que un 3D Land en alta definición y no fuimos pocos los que nos sentimos indiferentes ante el anuncio. Poco a poco Nintendo iba mostrando más del juego y éste iba mejorando. Un traje de gato, unas cerezas que duplican al que la use, nuevos enemigos, algunas zonas con un diseño digno de Super Mario Galaxy…. Y por fin ha llegado el día de juzgar el primer Mario tridimensional de Wii U.

Lo primero que hay que decir es que, efectivamente, 3D World tiene toda la pinta de ser una versión HD de 3D Land, lo cual no es malo si tenemos en cuenta la calidad del Mario portátil (especialmente en su segunda vuelta, donde demostraba todo el potencial que tenía). Mismo sistema de cámara, mismo estilo en las fases, canciones muy parecidas, pero todo ello mejorado hasta el extremo. Mario entró por la puerta grande a Wii U con un juego 2D divertidísimo y ahora se consolida como lo que es: el rey indiscutible de las plataformas. IN YO FACE SANIC!!

Como quería exprimir bien esta nueva aventura, jugué los cuatro primeros mundos con la «ayuda» de un amigo y debo decir que en compañía se disfruta todavía más que solo, como con el sexo. De nuevo, el jugador con el GamePad es el que maneja el cotarro, activando bloques o plataformas y jugando con los enemigos para beneficiar o joder al resto. No hay nada como hacer como si fueras a saltar a una base que se mueve soplando y a mitad del vuelo hacer un giro de 180º mientras haces que la plataforma se aleje de tu compañero y verlo caer al vacío. Cuidado con quién jugáis y tened en cuenta que esto acaba con muchas amistades.

Hay que admitir que SM3DW es fácil, demasiado fácil, pero por algún motivo no me ha llegado a molestar tanto como pensaba, ya que las fases son algo cortas y llegar al final no supone un calvario, pero conseguir todos los sellos (que podéis usar para estamparlos en Miiverse y que la gente se piense que sabéis dibujar), banderines amarillos y estrellas verdes no es tan sencillo. Es cierto que el nuevo traje de gato contribuye a que los niveles se hagan más sencillos, pero con no usarlos ya está. Ellos te dan la opción de usarlo, pero no estás obligado excepto en algunas partes en las que son imprescindibles para llegar a partes altas con secretos. Cuando lleguéis a cierto mundo ya me contaréis cómo se va con el personaje pelao y mondao. Hay muchos objetos que ya conocemos de sobra como la flor de fuego, el boomerang, la hoja tanooki o el champiñón gigante (glorioso),  pero mis favoritos son las nuevas y flamantes duplicerezas, que al cogerlas aparecerá un clon nuestro que se moverá a la vez, pudiendo así llevar hasta seis dobles  disparando bolas de llamas y causando el terror cual jinete del Apocalipsis. Una gozada, vamos. Ya os aviso que en el multijugador hay hostias para ir a por estos items, pero merece la pena darle un codazo o un puñetazo en la boca a vuestro, a partir de entonces, ex-amigo. Todo sea por erigirse victorioso entre la muchedumbre de personajes saltarines.

Y en sus mundos es donde está todo lo que hace más grandioso que nunca a Mario, en unos diseños de niveles cuidados al milímetro y a los que la alta definición les sienta de maravilla. Lástima que no esté en 1080p, pero las animaciones son muy fluidas y los protagonistas y enemigos están más vivos que nunca. Hay muchos detalles que hacen ver que Wii U es realmente una consola «next-gen», a pesar de lo que digan los járcor guéimers, como los efectos de luz (especialmente en las mansiones Boo que son alucinantes), la lluvia mojando los bloques de hormigón o algo tan simple como el destello y humo que dejamos al correr rápido. No son pocas las veces que he llegado justo de tiempo al banderín por quedarme embobado viendo el sol al ocaso tiñendo un prado verde o mundos suspendidos en medio de la nada en los que sólo puedes andar por plataformas invisibles que se activan mediante el sonido, ya sea de nuestros pasos o de los Bill Bala que explotan cerca. Incluso hay partes inspiradas en Gaudí o en castillos japoneses. Una maravilla visual detrás de otra donde no hay momentos bajos. Cada nuevo mundo tiene niveles mejor que los anteriores y una vez lleguéis a los dos últimos acabaréis con el miembro como el candado de un penal, vomitando arcoiris, llorando estrellas y rezumando purpurina por el ojete. Así me pone Super Mario 3D World.

Por suerte, y como es costumbre en la saga, hay muchos más secretos de los que podríamos esperar, ya sea dentro de cada fase (el juego está lleno de Lugis pixelados por todas partes) como en el propio mapa, donde no sólo veremos caminos alternativos, sino que tal vez haya algo más de seis mundos…. *guiño guiño* Además, en el mapeado, encontraremos niveles que se salen de la norma y dan un toque de variedad, como retos en los que tenemos que eliminar a un número de enemigos dentro de un tiempo, cajas especiales en las que nos ofrecerán cinco (o diez) estrellas verdes a cambio de pasar del tirón el mismo número de retos cortos como pueda ser coger una de las estrellas lanzando una pelota de baseball desde lejos, escalar una montaña enorme en apenas 10 segundos, etc. etc. Y la joya de la corona: ¡¡el jefe del escuadrón Toad!! Aquí manejamos a un intrépido champiñón minero en busca de cinco estrellas moviéndose por un escenario cúbico que rotaremos moviendo el GamePad o con el stick derecho para ver cada ángulo y cada truco visual, pero con la peculiaridad de no poder saltar. Parecido a Mario vs. Donkey pero más ligero. Espero y confío en que Nintendo se decida a sacar un juego basado en el AnToadnio Molina para eShop, porque yo lo compro sin pensármelo.

En resumen: que no os haré resumen ni pondré nota a esta genialidad del arte y la técnica tan absolutamente perfecta porque quiero que os leáis el texto. Y después a disfrutar del primer juego de la next-gen.

Nota: agradecimiento especial a Chyeko por su inestimable ayuda, ya que sin ella no podría haber hecho ni la mitad del juego, ya que soy un inútil completo y ella, cual entrenador pokémon, me ha ido guiando en mi idiocia para salir triunfante.