Análisis Fallout 4 (PS4)

El mundo postnuclear ha vuelto con más fuerza que nunca tras la salida de Fallout 4. Era uno de los juegos más esperados del año y las ventas han acompañado, vendiendo lo indecible y más. Y tras unas semanas y unas cuantas horas encima, es hora de ponerse con él.

Normalmente suelo empezar hablando de la historia de los juegos, explicando un poco la trama y en general el contexto que envuelve a un título, y aquí no va a ser diferente. Pero, a diferencia de otras ocasiones, esta vez sí que importa más que el ser una mera excusa para jugar, porque en un RPG lo que buscas es vivir una historia.

Sinceramente no creo que empiece del todo bien, pero luego la historia pega un giro y ya se arregla bastante. El problema es que al inicio todo está cogido por los pelos (lo siguiente es un resumen de la primera media hora de juego): tienes marido/mujer y un hijo, vienen a tu casa a decirte que te ha tocado por sorteo un puesto en el refugio 111 y casualmente al minuto explotan las bombas nucleares, así que te vas pitando al refugio, que casualmente está detrás de tu casa. Luego ahí te congelan, pasan 200 años, te roban a tu bebé (estaba en el contenedor criogénico de tu pareja) y tu misión es ir a buscarlo y rescatarlo.

El problema quizá no está en que de haber ocurrido todo treinta segundos después no hubiera habido juego, que también, sino en que en muchas ocasiones las decisiones importan más bien poco. Da igual que digas que no quieres el refugio, porque tu pareja lo acepta por ti. Da igual que no quieras hacer algo, porque te lo van a encasquetar quieras o no. Ha habido mucha polémica con que el sistema de diálogos se ha simplificado muchísimo, y es cierto, ahora es como en Mass Effect. Se suman el hambre con las ganas de comer.

Aun así, como digo, al final la historia se termina enderezando un poco y pega un giro de guión importante. Que el guión no es el punto fuerte de Bethesda no es decir ninguna barbaridad, y sumado a la casualización que ha sufrido todo a su alrededor hacen un cóctel un poco feo.

Pero pasando por alto esto nos plantamos de nuevo en un yermo inhóspito y peligroso. Lo que sí dominan bien en la compañía es construir mundos alrededor de un juego. La ambientación es el gran punto fuerte del juego, consiguiente otra vez ese toque decadente y chabolista que esperamos de un futuro así, y la mezcla con los años 50 siempre gana. Pero ahora todo parece más un escenario reminiscente aún de la guerra que transcurrió años antes.

El gran acierto a la hora de crear este mundo es que está vivo sin que nosotros tengamos que hacer nada. Puedes ir paseando y ver a unos bandidos pegarse tiros con unos mutantes, y ya decides si quieres entrar a acabar con todos, esperar a que se maten entre ellos y luego rematar al que quede o directamente pasar de todo e irte por donde has venido. Esa sensación de que no eres necesario para que el tiempo avance es lo que más me ha gustado.

Lo mismo que pasa con estos conflictos menos importantes puede pasar con algunas misiones. Si pasas de ellas simplemente cuando quieras intentar seguirlas verás que algo ha pasado y ya no puedes, porque no esperan a ese jugador todopoderoso que de cuerda al mundo sino que siguen viviendo su vida. No siempre, claro, porque si no no tendríamos juego, pero sí lo suficiente como para que haya alguna (pequeña) consecuencia.

La otra gran polémica es que esta cuarta entrega se aleja del concepto de RPG de toda la vida y pega un giro aún más descarado hacia los shooters. El propio Todd Howard reconoció que habían trabajado mucho en las mecánicas a la hora de disparar para darle al jugador más satisfacción en ese plano, algo que al final parece que se ha traducido en recortar por otro lado.

Es menos complejo que, por ejemplo, New Vegas. Se ha tomado un camino que lleva a acción más rápida y directa, y así hay que tomar el juego. Al principio recelaba de ello, porque me gustaría que fuera un juego más rolero, pero al final es tontería andar lamentándote por lo que no es, en vez de alegrarte por lo que sí es. Es cierto que no es New Vegas 2, pero tampoco se acaba el mundo, porque lo que sí hace lo hace bastante bien.

Al final tienes un shooter muy bien ambientado y en el que avanzas cumpliendo algunas misiones, descubriendo un mundo nuevo (aunque algo ya conocido) y en general explorando un futuro que no vas a vivir. Y es divertido hacerlo, es divertido ir reventando bestias por el Yermo y la sensación de que siempre hay más lo hace grande.

Quizá lo no me haya hecho tanta gracia sea sido el momento de tener que crear tu propio pueblo. Puedes reclutar supervivientes, recoger chatarra y formarte tu propia comunidad, creando casas para la gente, granjas, talleres y lo que se te ocurra. Es un sistema complejo y con un montón de posibilidades, pero a mí me pareció bastante aburrido porque soy de los que se toman horas para hacer cualquier mínimo cambio y nunca está satisfecho con el resultado.

Esta recolección de chatarra se multiplica por infinito en esta nueva entrega, no ya sólo por poderte crear una casa con ella, sino para el tema del crafteo de armas, armadura y objetos en general. Las armas se las quitamos a los enemigos muertos (¿alguien las compra?), pero las mejoras que queramos se las ponemos nosotros en el caso de que la configuración que tienen no nos guste. Puedes cambiarle la empuñadura para ganar estabilidad, la boquilla para silenciarla a cambio de perder potencia, poner una mirilla… E igual que haces con las armas haces con la ropa.

Todo ello a cambio de materiales que conseguimos descuartizando basura, y la razón absoluta de que al menos en mi partida siempre fuera al límite del peso cargado. Hasta que descubrí que Albóndiga era una buena mula de carga y no se queja por nada. A partir de ahí todo cambió drásticamente, hacia la Diógenes absoluta. Basura que veía, basura que me llevaba.

Puede que la complejidad que pierda por un lado la gane por aquí, con las miles de posibilidades a la hora de personalizar nuestro arma para adaptarla a nuestro estilo de juego. Al final cuando ganas experiencia y puntos SPECIAL te vas creando un personaje a tu medida y tú decides en qué centrarte, así que lo que quieres es ajustar tus armas para aprovechar esas ventajas.

No he hablado de los bugs porque me parece tontería perder el tiempo en algo así cuando todos sabemos ya qué pasa. Es un juego de mundo abierto y es un juego de Bethesda, así que tiene todas las papeletas para acabar mal. Y acaba mal, claro. Se irán parcheando, se irá arreglando pero nunca vas a estar seguro a la hora de jugar un título de la compañía. Por suerte yo no me he cruzado problemas demasiado graves en el sentido de que te rompan las partida o sean cruciales para avanzar, pero eso no quiere decir que no estén ahí, esperándome para el día menos pensado hacer que me acuerde de toda la desarrolladora.

Puede que me esté enrollando demasiado, pero de Fallout 4 podría estar hablando un mes más. Es cierto que tiene algunas carencias en el apartado más rolero, porque se ha apostado más por acercarlo a la acción directa y se ha disfrazado de shooter muy bien ambientado, pero sigue siendo un juego muy divertido y complejo a su manera. No lo será en cuanto a personalización del personaje, pero sí es complejo a la hora de crear un mundo vivo con pocos rivales a su altura.

Es probable que esta cuarta entrega fuera el juego más esperado del año, y así se ha reflejado en las ventas. Si el juego ha cumplido las expectativas ya depende de cada uno, porque los que busquen un RPG de los de siempre se llevarán un chasco, mientras que los que se centren en lo que sí hace se lo pasarán como un enano. Como siempre, aquí cada uno decide.